Parece inevitable que, al igual que ha sucedido con el fútbol y los Juegos Olímpicos, la Fórmula 1 deje de ser una genuina competición deportiva para acabar convirtiéndose --si es que no lo ha hecho ya-- en un espectáculo. Como consecuencia de esto, la Fórmula 1 ha aupado a un piloto al primer puesto de la lista de los deportistas profesionales mejor pagados del mundo y las cantidades que se manejan por sus derechos televisivos y las aportaciones de los grandes patrocinadores son casi inconcebibles. Con la creación de negocios periféricos como publicidad, noticias y publicaciones, y con los EE. UU. con los ojos puestos en este deporte, es de esperar que mucha gente del mundo de la Fórmula 1 haya recibido todos estos beneficios con los brazos abiertos.
Sin embargo, ¿es realmente la Fórmula 1 un espectáculo como la industria cinematográfica? Ciertamente, los pilotos juegan un papel equivalente al que cumplen los actores en el mundo del cine, y los jefes de las escuderías al que desempeñan los directores de películas. Aquí también los espectadores compran entradas para poder asistir al evento. Así que llamarlo espectáculo o industria del entretenimiento quizá no sea ninguna exageración. Si bien es verdad que Hollywood ejerce una influencia enorme sobre la industria cinematográfica y que no se puede pasar por alto, ahí está también el cine europeo (o quizá habría que decir todo el cine menos el de Hollywood), con su, a veces casi exagerado, desprecio del comercialismo y crítica a la falta de calidad artística. De la misma forma que los cineastas europeos se aprovechan hábilmente de Hollywood, también la Fórmula 1, originaria de Europa, a la vez que saca tajada de los EE. UU., se empecina en guardar una cierta distancia y mantenerse en sus trece.
Alardean de que ésta tiene una historia y una categoría de la que los deportes de motor de EE. UU. y Japón, países convertidos en grandes imperios automovilísticos, carecen. También está el hecho de que, en la actualidad, los bólidos de Fórmula 1 producidos en estos dos países todavía no se pueden comparar ni remotamente con los europeos. Por lo que respecta a los ingenieros, que año tras año asisten desde fuera a este alboroto, y que sacan todo el partido de la más alta tecnología para apurar hasta la última centésima de segundo, la Fórmula 1 no es más que un lugar donde poner frente a frente sus creaciones. Para ellos, que compiten como si fueran niños para que su coche sea el más rápido, la recaudación y los derechos televisivos no tienen ninguna importancia. Aquí también se aprecia la diferencia entre los países que fabrican pensando en vender y los que lo hacen buscando crear algo de calidad. | Entry #4837
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La Fórmula Uno: ¿Un espectáculo? por Satomi Konno
Es un fenómeno inevitable que, al igual que otros eventos deportivos como el fútbol y las olimpiadas, la F1 se esté convirtiendo de una genuina competición deportiva en un espectáculo (o quizás ya lo ha hecho). Así, entre los deportistas profesionales de todo el mundo, la F1 ha creado corredores que se encuentran en el primer lugar de las listas de salario anual y las cifras que mueven los derechos televisivos y enormes auspiciadores son casi inimaginables. También genera actividades comerciales periféricas como la publicidad, la información y la editorial. Seguramente deben de ser muchos los alegres favorecidos con que los Estados Unidos se fijaran en este deporte.
Pero, ¿será realmente la F1 un "espectáculo" como la industria del cine"? En efecto, los corredores de F1 equivalen a los actores de las películas y los directores de equipo cumplen el papel de directores de cine. Por ser un evento al que el público asiste tras comprar una entrada, quizá no sea una exageración decir que es un espectáculo o entretenimiento. Si bien es un hecho que dentro de la industria del cine, Hollywood ejerce una enorme influencia y que ya no es posible ignorar su existencia, por otro lado es cierto que existe el cine europeo (o quizás todo lo que no es Hollywood), que se burla de su excesivo comercialismo y critica su carencia artística. Tal como quienes participan del cine europeo se aprovechan hábilmente de Hollywood, quizás también la F1 de origen europeo pueda mantenerse tenazmente a distancia mientras se aprovecha de la existencia de los Estados Unidos.
Esto se debe al orgullo por la diferente historia y categoría que tienen los deportes motorizados en Estados Unidos y Japón, que han terminado como grandes fabricantes de automóviles, y al hecho de que en la actualidad ninguno de ellos puede imitar en absoluto la producción de máquinas F1.
Ajenos al carnaval que cada año se hace más opulento, para los técnicos, que con tecnologías de vanguardia buscan diferencias de velocidad de centésimas de segundo, la F1 no es más que un escenario de competencia para sus propias destrezas. Para ellos, que compiten como niños ingenuos en que sus autos corran más rápido que nadie, los ingresos provenientes de la industria del espectáculo y los derechos de transmisión no significan nada. También aquí se manifiesta la diferencia entre los países que fabrican cosas que se venden y los que fabrican cosas de calidad.
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